2024

China siempre cambiante y siempre una

Si comprendemos la historia como lo haría Spengler como un organismo vivo, cambiante, podemos entender el dinamismo propio de las civilizaciones, con sus periodos de paz y los de caos, un dinamismo de inopinada lógica. Desde la perspectiva del germano autor, la historia como todo lo cósmico “lleva impreso el signo de la periodicidad“ (Spengler, 1966). Esta periodicidad, esta alternancia, se aprecia claramente en la extensa historia china.

La historia humana aparentemente repite ciclos similares a los naturales. A un periodo de inestabilidad le sigue un cambio que establece una nueva estabilidad para luego esta misma ser renovada. Cuando una forma primitiva se torna más compleja pasa a necesitar nuevas formas organizativas que puedan comprenderla. Así de clanes aislados se pasa a poblados, de poblados a ciudades – Estado, de la misma se pasa a reinos y en algunos casos es necesaria la instauración de un imperio. De esto es un buen ejemplo la historia china.

China en su dilatada existencia como unidad ve reflejada en su devenir ciclos distintos pero similares. Su grupo humano si bien diverso llegó a conformar una identidad que milenariamente ocupará las mismas coordenadas geográficas. El pueblo chino ha atravesados cinco dinastías y múltiples guerras, invasiones y revoluciones hasta la llegada de los tiempos modernos. Los chinos de hoy bien pueden dar vuelta la mirada e identificarse con los chinos de hace dos milenios e incluso con los de hace 4000 años atras. Pueden retrotraerse a épocas lejanas y encontrar formas, idiosincrasia que le son comunes, pueden encontrar que los de ayer y los de hoy comparten una identidad.

 

China: identidad y cambio

China recorre los milenios actualizando su rostro, es siempre la misma pero distinta. Mantiene  a lo largo de su historia ejes identificatorios que la hacen única. Sobre un grupo étnico variado se desarrollaron ejes que comenzaron a regir por sobre las diferencias lingüísticas y étnicas.

En la dinastía Zhou (1046 a.C. – 256 a.C.) encontramos las más antiguas obras de la literatura china. Entre estas obras se encuentra el famoso I Ching.  En este extenso periodo surge Confucio con su doctrina moral la cual convive con concepciones más antiguas y vinculada con prácticas mágicas. Estas creencias medianamentes uniformes se amalgamaron conociéndose bajo el nombre de Taoísmo. Pendularmente China se abocará más a una u otra escuela pero sin duda ambas componen parte nuclear del Ser chino. La dinastía Zhou en la cual  estas doctrinas tomaron forma seria la ultima antes de la llegada de los imperios. Durante esta dinastía se cultiva una forma de pensar las relaciones humanas y el poder. Este interés por el buen gobierno y la conciencia social determinará un fuerte vínculo entre la intelectualidad y la clase gobernante que tomaría especial importancia en la dinastía siguiente (Pletcher, 2010).

Durante la dinastía Zhou caerían los gobiernos feudales naciendo con la dinastía Qin el imperio chino.  En los tiempos del Emperador Qin Shi Huang (247 a. C. – 221 a. C.) las diversas culturas locales comenzaron a unirse en una civilización común, adquiriendo así China su rostro definitivo. Así advendría otro elemento esencial a la identidad china: el Emperador, alguien que detenta el poder absoluto al tiempo que su figura es el emblema de la unidad del país.

La burocracia, otro elemento característico del Estado chino, nacerá también en este periodo. Se procuró un sistema administrativo estable que estableció una burocracia centralizada. Para acceder a la misma debían sortearse exámenes que acreditaban el conocimiento de los clásicos confucianos. Luego de dos milenios el sistema de exámenes para el Servicio Civil Chino fue abolido en 1905 por la dinastía Qing en un torpe intento de modernización. El sistema en sí fue desvarado finalmente con la llegada de la revolución comunista (Pletcher, 2010).

La ruptura fallida de la modernidad

La figura de Mao fue un terremoto en la historia China no obstante incluso sus aparentes novedades volvían a repetir la historia de este antiguo país. Fue un revolucionario sí, pero con una gran impronta china.
El comunismo con Mao cambio instituciones y buscó, inútilmente, destruir sus antecedentes culturales. No obstante las antiguas instituciones, como lo son los clanes familiares así como el pensamiento, prácticas y creencias populares quedarían latentes en el corazón del pueblo.

El gobierno comunista mantendrá y hasta reforzará la burocracia si bien desvinculada de su tradición. De igual manera el igualitarista gobierno comunista instaura a Mao como líder supremo e inapelable,  lo haría sin decirlo, un Emperador. Retornaría una vez más a una de las coordenadas de la idiosincrasia china.
La presencia del absolutismo es una figura común en la historia china. Durante la dinastía Ming, en 1380, se abolió la oficina del Primer Ministro ejerciendo el Emperador directamente el poder. Directamente de él provenían todas las decisiones de importancia. Los estamentos intermedios pasaron a ser vehículos de los deseos imperiales. A nivel comunitario las aldeas se organizaron autónomamente regidas por la moral confuciana en vez del derecho civil. Las comunidades funcionaban independientes del poder central, incluso el primer emperador Ming vetó el ingreso de funcionarios de gobierno a las zonas rurales (Huang, 1998). El sistema político atomizado compensaba su falta de solidez con exhortaciones morales y castigos brutales. El poder imperial y sus decisiones se vió reforzado, si bien las comunidades mantenían una idiosincrasia propia.

La sangrienta Revolución Cultural China (1966 – 1976) que persigue las tradiciones milenarias no fue algo novedoso. La historia de China registra numerosas persecuciones como las que se sucedieron por parte de los taoístas contra los budistas y los neo Confucianos. En muchos aspectos el pensamiento de Mao tiene un antecesor en el rebelde Hong Xiuquan. El mesiánico Hong se opondrá tanto a la influencia extranjera como a las tradiciones chinas y luego de violentas luchas se instaura Emperador. No obstante no puede escapar a su historia y establece ideas propias de la tradición confuciana (Pletcher, 2010). El régimen del rebelde Hong, adelantándose un siglo a Mao, dictara medidas revolucionarias y radicales entre las cuales estaba la colectivización de la propiedad de la tierra. Sin embargo estas ideas colectivistas, al igual que las ideas confucianas que mantenía se pueden rastrear a dos mil años atrás.

La idea de una fuerte organización comunitaria puede remontarse al menos al erudito Mancio (370 a. C.-289 a. C.) y otros escritores de fines del período Chou y comienzos del Han. Estos describen un sistema ideal que se puede suponer inspirado en el I Ching. El sistema llamado Ching t’ien (Bodde, 2008) implicaba la división de tierras en una cuadrícula de nueve sectores siendo distribuido a ocho familias. Cada familia ocuparía un sector quedando el noveno para el cultivo comunal con el cual se tributaba al señor del lugar (Legge, 1875). Los campesinos debían privilegiar el trabajo del sector común antes que el del sector propio. Esta imagen comunitaria ha permanecido con ciertos tintes idílicos en China y estos relatos podemos suponer animarían en favor de la promesa socialista.

Tampoco fue inédito el llamado Gran Salto Adelante propuesto por Mao que intentaba la industrialización del país. Medidas similares ya habían sucedido por ejemplo en la Dinastía Song (960 -1279) con la siderurgia mil años atrás.

Es evidente la repetición histórica del gigante asiático. Es una muestra de renovación en lo similar, su fuerte identidad lo hace renovarse en sí, cambiando pero a su propia manera.

Su fuerte identidad, llevaría al país a concebirse como el  centro del mundo. Desde la dinastía Zhou lo que en occidente designamos como China ha dado en llamarse Zhōngguó, el país del centro. Este pensamiento sin dudas animará la historia del país por milenios aportando una inercia propia.

Incluso la llegada del comunismo fue un evento disruptivo pero a la vez la repetición de constantes históricas. La intervención de Mao fue una de esas tempestades de cambio que recorre cíclicamente China y a las naciones en general. No obstante se pareció a una tormenta que devastó regiones y nos deja a la vista los antiguos cimientos del pueblo.

Si bien las consecuencias de la nefasta Revolución Cultural todavía no han cicatrizado la savia de China permanece recorriendo su añoso cuerpo. Hoy se mezclan prácticas de inspiración Taoístas con el pensamiento de Confucio; medicina tradicional con ciencia occidental, se mantienen y recuperan rituales al tiempo que se acomodan al contexto global. China conjuga tradición con una modernidad que no logra sofocar sus valores consustanciales. El gigante permanecerá de pie mientras conserve sus coordenadas fundantes, lo mástiles de su existencia, su añeja identidad.

La historia China es un particular ejemplo de los ciclos históricos que no son otros que los ciclos humanos. La historia como los humanos es impredecible y cambiante en lo particular pero toma forma cíclica en lo general. Como el mítico Zhang Guo Lao montado al revés sobre su asno cuando avanzamos, lo hacemos mirando hacia atrás.

Referencias

Bodde, D. (1986) The State and Empire of Chin en Fairbank, J. K., & Twitchett, D. C. (Eds.). The Cambridge History of China: Volume I, The Ch’in and Han Empires, 221 B.C.-A.D. 220. Cambridge University Press.

Huang, R. (1998) The Ming Fiscal Administration en The Cambridge History of China. Volume 8. The Ming Dynasty, 1368 – 1644, Part 2. Cambridge University Press.

Legge, J. (1875) The Chinese Classics: Vol. 2. The Life and words of Mencius.

London: Trübner & CO. & Ludgate Hill

Pletcher, K. (Ed.). (2010). The history of China. Britannica Educational Publishing.

Spengler, O. (1966) La decadencia de Occidente, Tomo II, trad. Morente, M. G.. Madrid: Espasa-Calpe, S.A.

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