Traducido por Alejandro Linconao
Es asombro e inquietud pero para el hombre representa mucho más
“los hombres —ahora y desde el principio— comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante
lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de mayor importancia, por ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo”. (Aristóteles, Metafísica, I, 2, 982b, 12)
El terror de Wuhan ha llegado a Italia y la epidemia es rampante en todo el continente. El miedo provoca reacciones extremas. El miedo es femenino, dicen, porque es como un canon inverso; es una partitura que se puede leer, sola, desde la última nota hasta la primera. El miedo no es una televisión o una radio, pero puede transmitirse; como un virus y más que un virus. El miedo es humano, pero ¿es también inhumano? En tiempos difíciles, el miedo puede ayudar si no te paraliza como un eunuco. Podríamos continuar indefinidamente. Pero, ¿qué es el miedo? ¿Es correcto o incorrecto, bueno o malo? Pero sobre todo, intentaremos entender qué tiene que ver con el ser humano.
En este extracto de la «Metafísica» de Aristóteles, encontramos un término que puede aclarar la idea, thauma (maravilla), a las que se vincula el verbo thaumazein (maravillarse). Al comienzo de la filosofía, thaumazein indicaba esa sensación de asombro e inquietud en el hombre. Inicialmente cuestiona el sentido de las cosas y luego llega a una radicalización existencial al preguntar por el significado de las cosas. Por tanto, no se puede filosofar sin «maravillarse». Pero la traducción del término del griego antiguo es incorrecta y dice algo diferente. Algo que nunca querríamos probar, incluso evoluciono hacia formas de entretenimiento: Homero, describió al Cíclope Polifemo como «un monstruo que pacía sus ganados aparte» pero también como «un monstruo gigante; que no parecía un hombre que vive de pan, sino pico selvoso». Su descripción hace referencia a algo amenazante y perturbador, al auténtico significado del griego antiguo de thauma, para ser entendido con lo que definimos como miedo.
Evidentemente, este pequeño pero significativo error de traducción ciertamente no puede distraernos de pensar en la ancestral consternación que siempre ha acompañado al hombre, en su totalidad. Esta consternación le apareció al hombre cuando descubrió que el mundo está sujeto al devenir de todas las cosas, incluida su existencia. Más precisamente a un ciclo continuo de nacimiento y muerte, de regeneración y decadencia, que siempre ha visto al ser humano buscar constantemente un remedio para su final. Una búsqueda imposible, si no en vano, cuyo éxito parece improbable porque no tiene en cuenta la particularidad del devenir: su inmanencia que nada tiene que ver con su posible trascendencia. Es decir, de ser parte de todas las manifestaciones de las cosas del mundo, del fuego al agua, del calor al frío, de lo seco a lo húmedo, del sólido al vacío, del nacimiento a la muerte, etc., sin importar el hecho de que la multiplicidad del devenir se encuentra justo en la base de cualquier otra entidad o realidad. Por tanto, es correcto decir que la filosofía surge del thauma, de la mirada angustiada sobre el mundo presa del devenir eterno?
La respuesta más sensata que debemos darnos es la siguiente: la filosofía investiga el devenir eterno, la multiplicidad de hechos y sus continuos cambios, así como las emociones de miedo y asombro. Como hemos visto, la emoción del miedo, cuando se entiende como una función equilibradora de pensar en todo lo que sucede y a lo que estamos sujetos, puede ser útil. No ayuda, en cambio, abrirse a las cosas del mundo sino más bien comprenderlas: siempre que no nos precipitemos a tratar de evadirlas cuando son negativas o cuando son positivas. Es claro que no entra dentro de ese concepto de “hermenéutica del puente”, ya que no es un vínculo entre las cosas del mundo y el hombre: si se entiende en su significado, puede protegernos restringiendo nuestras acciones y percepciones, fortaleciéndolos frente a la superficialidad ante un peligro inminente, restableciendo el sentido de límite.
Uno de los problemas relacionados con el miedo es la educación para temer aquello que realmente somos. Hablamos de la apertura a todo lo diferente y desconocido a nuestra concepción del mundo, constantemente blanco de las preguntas de los «expertos del buen vivir», que imponen la culpa y la observación «amarga» de lo mucho que estamos atados a los estereotipos. No hay realidades; sobre la falta de apertura que esconde algo más. Pero cuando se abren las puertas, aparecen los vínculos de la ideología: el universalismo, el cosmopolitismo y el globalismo. Sabemos que la interacción con el miedo suele ser descrita por los psicólogos como un “medio para vincularse con la realidad”. Pero la interacción implica una influencia recíproca con el miedo que cae dentro del ámbito de los sentimientos pero también de las emociones. Son cosas que generan pensamientos y reflexiones: el miedo sin duda puede ayudar a los hombres a ejercitar sus pensamientos.
Podemos decir que también el miedo puede poner en marcha la «existencia» del «Daisen» heideggeriano , ontológico y fenomenológico, empujándonos a abrir esas puertas que hay que abrir con cautela para no terminar en un abismo, fortaleciéndonos aún más, contra la velocidad y frivolidad de nuestro tiempo. Un hombre que no conoce el miedo es un hombre racional en el sentido negativo del término, dedicado al cálculo a priori. A esa descripción de la mezcla entre la racionalización y lo irracional que puede romper los elementos constitutivos del miedo. Esto es precisamente lo que está sucediendo en estos días de emergencia, donde el miedo se ha convertido en la matrona de lo irreal demasiado real. En lugar de ver ese algo en él que puede ayudarnos a discernir entre la duplicidad y la verdad.
FUENTE: https://francescomarottablog.com/2020/03/08/che-cose-la-paura-e-sbalordimento-ed-inquietudine-ma-per-luomo-rappresenta-molto-di-piu/
Heidegger, en “Beitrage zur Philosophie. (Vom Ereignis)”, justamente distingue los temples fundamentales (Stimmung) del primer comienzo, que es el “Asombro” y del correspondiente al otro comienzo representado por su pensar rememorante, que -coincidentemente con lo que afirma Marotta- es el “Espanto”. Dice el “mago de Friburgo”: “El espanto es el regreso desde lo corriente del atenerse a lo acostumbrado, hacia la apertura de la pujanza de lo que se oculta, en cuya apertura lo hasta ahora corriente se muestra como lo extrañador y, a la vez, como la atadura aprisionante. Pero lo más corriente y, por ello, lo más desconocido es el abandono del ser (Seinsverlassenheit). El espanto hace retroceder al hombre vehementemente ante el [hecho de] que el ente es, mientras que antes el ente era para él
precisamente el ente: que el ente es y que éste —el Ser— ha abandonado a todo “ente” y [a todo] lo que parecía así, se le ha retirado.”
Marotta religa ambos temples revelándonos su oculta correspondencia mutua.