Hoy asistimos a la decadencia de la posmodernidad, valiendo el genitivo objetivo y subjetivo.
En muchos ámbitos se postula la e-liminación de la dialéctica como una abigarrada y confusa característica, más o menos secundaria, del anterior pensamiento moderno nombrado en algunos casos con no mucha más precisión con el término de metafísica, la que según los
inscriptos en las diversas corrientes posmodernas, ha sido superada por otras versiones del pensamiento, en algunos casos autodenominado también como postmetafísico.
Desde que Nietzsche ha renegado de la dialéctica como elemento esencial del nihilismo negativo y Heidegger la ha asociado a la consumación de la metafísica como destino del olvido del Ser, es el mismo Occidente el que pretende dejar atrás su trasfondo dialéctico –tal vez demasiado identificado con las filosofías de corte hegeliano.
La generación de la llamada posmodernidad invirtió un gran esfuerzo intelectual para lograr un ámbito de “verdad” (que ya no es la certitud moderna, ciertamente) que rompa con las máscaras, que diluya los relatos, que debilite las estructuras fuertes, entre lo que se hallaba
todo aquello que presentase determinaciones de tipo dialéctico. Obstinados con Nietzsche y poco perspicaces con Heidegger, los intentos de pensar pos-dialécticos, por circunstancias que se determinarán, fueron quedando cortos en el salto hacia la apertura de otro tipo de acaecer
mundano[1].
Lo que domina, en todo este devenir último de la filosofía occidental es la total incomprensión de la esencia de la dialéctica, un caso derivado más de la inconciencia incurable que envuelve al pensar metafísico incapaz de escuchar la palabra del Ser bajo el ruido del ajetreo de los entes. Justamente, lo que se insinúa aquí es la posibilidad de que una vuelta a las palabras esenciales nos pongan en camino de la escucha del Decir de la experiencia que no sólo Occidente sino también las demás mundaneidades eurasiáticas guardan de la dimensión de la matriz estructural-procesual de la épica mundana, desde y donde la dialéctica deriva esencialmente.
Las palabras originarias son Saṃsāra y Dialéctica, dos términos con enormes cargas significativas, cada uno dentro de culturas tan diferentes entre sí que parecería extremadamente aventurado insinuar una relación de cualquier tipo entre ellos.
Por un lado, संसार “saṃsāra” pertenece al sánscrito y, aunque hay autores que sugieren que la ]idea a la que hace referencia se remonta a un origen pre-ario, mongólico o dravídico[2], las ocurrencias textuales más antiguas de ese término que hemos encontrado se hallan, para el
caso del Brahmanismo, en los Upanishad: el Shvetashvatara Up. 6, 16 y el Khata Up. 1, 3, 7. y, para el caso del budismo, en varios textos del Sutta pitaka del Canon Pali. Estas composiciones religiosas pueden ser situadas entre el 400 y el 250 ac. En cuanto al sustantivo διαλεκτική “dialéctica”, por otro lado, es una forma nominal derivativa del verbo διαλέγεσθαι y aparece acuñado por primera vez por Platón. Sin embargo, para esa época, también Jenofonte, en su “Memorabilia”, consignó por escrito esta misma forma lexical, pero como adjetivo en su grado superlativo διαλεκτικωτάτоυϛ[3]. La utilización del mismo término en ambos autores, que no compartieron un ambiente estrecho de producción intelectual, y la adjudicación que hacen ambos de esa palabra a los dichos de Sócrates, nos sugieren que es éste último quien en verdad sería el “inventor” de la misma[4]. Un rastreo diacrónico del término originario διαλέγεσθαι descubre que, por su parte, éste empieza a ser usado con asiduidad sólo a partir de esta época[5].
Entonces, ¿Cuál es la pretendida comunión entre Saṃsāra y Dialéctica? ¿Qué relación podría establecerse entre una palabra de proveniencia “oriental”, que fue brotando de la iluminación espontánea del lenguaje en tradiciones orales anónimas y tan antiguas que se hallan en las
bases desde donde se formularon los complejos sistemas religiosos que aún hoy la conservan con su prístino sentido originario; y un término que, acuñado en un momento puntual de “occidente” –la Atenas “clásica”, en medio de los artificios del ya maquinal uso del habla, cuando la palabra comenzó a estar sometida a servir de mero signo de la representación conceptual humana-, fue transformando su sentido a lo largo del devenir de la filosofía europea? ¿Qué vínculo esencial podría señalarse entre una palabra que, aunque posea una enorme plasticidad imaginaria y una gran riqueza connotativa, ha sido conservada por un pensamiento poético milenario siempre cercana a su invariable fuente de enunciación; y un término que, articulado con una aparente aridez conceptual y una precisión propia de la racionalidad denotativa, fue recalando -en su deriva- por figuras muy diversas entre sí, cada una más alejada del puerto de origen? Para responder estas cuestiones, es ineludible recurrir a la etimología de ambos vocablos.
La palabra saṃsāra está compuesta por el prefijo सम् “sam”[6], que significa “con, junto a, igual que, completamente, totalmente”, y que se emparenta a través del origen común protoindoeuropeo *sem[7]- , con las formas griegas: εἷς, ἕν, μία, σύν, ἅμα, ὁμός; las latinas compuestas con sem-, similis, simul, semper, simplex, singulis; las alemanas formadas con sammeln, Sammlung, Sammler y las españolas ensamble, asamblea, etc… Todas ellas con el sentido de “juntura, unidad, comunidad, un conjunto total y completo en su unidad lograda en el ensamble de sus componentes”. Además contiene la base सार “sará” que, según el citado Dictionnaire de Huet, es un adjetivo que significa “fluido, liquido; purgativo, laxante”; pero también “movimiento, surgimiento”, además de “cuerda, cascada, cordón (de un collar)”.
Deriva de la forma verbal सृ“sṛ”, “correr fluyendo rápidamente, atacar, imponerse” y procede del protoindoeuropeo *ser “fluir”, al igual que el griego ὀρός, ὁρμή, ὁρμάω y ῥώομαι, y el latín serum. El significado indicado en ellas es el de impulso y movimiento en un flujo continuo, una
fluidificación que se impone.
Dialéctica, como se ha señalado, proviene del griego διαλέγεσθαι. El prefijo διά- se entronca con el protoindoeuropeo du̯ō(u) (*du̯ei-) “dos”, de donde provienen las formas sánscritas द्व “dva”, द्वंद्व “dvaṃdva”, las latinas “du”-, “di”-, “bi”- y las alemanas “Zwei” y “zwei”-. En ellas se encuentra una comunidad significativa de “dualidad, división, separación y paridad de oposición”, lo cual puede ser pensado como la cualificación de una acción que se realiza atravesando un medio dividiéndolo en dos partes. La base verbal -λέγεσθαι es la voz media de λέγειν, que toma su origen en el protoindoeuropeo *leĝ-, *les- “reunión, conjunto”, de donde proceden también en griego ἀλέγω, λέχω, λοχάω, en latín “legō”, “lex”, “lignum”, “legumen”, “lectus” y en alemán “lesen”. Según Heidegger, ya en Homero este verbo significa narrar, contar o relatar, sin embargo, el sentido más originario de λέγειν es el poner abajo y poner delante que se reúne a sí mismo y recoge otras cosas. Para éste autor significa esencialmente un extender poniendo delante una cosa junto a otra y a su vez un ir a buscarlas, recogiéndolas en el recolectar que elige lo selecto, para reunirlas preservándolas dentro que es el albergarlas[8].
Hasta aquí un elemental rastreo etimológico de las palabras esenciales. Si bien éste no arroja como resultado ningún vínculo recíproco en razón de los orígenes lingüísticos de sus respectivos componentes morfemáticos, no obstante, una reflexión que logre internarse en lo que tienen para decir las raíces lexicales expuestas puede llevarnos a oír entre algunas de ellas una admirable y transparente comunidad semántica originaria.
Las traducciones de textos sánscritos a lenguas europeas tienen la tendencia a caer en la tentación de reemplazar el verdadero y literal significado del término saṃsāra[9] por una variedad de sustitutos como: “transmigración”, “ciclo de nacimiento y muerte”, “rueda del devenir”, “existencia mundana”, “vórtice del mundo”[10], ya sea definiéndolo de ese modo o directamente traduciéndolo así. Más allá de la especificidad “técnica” de este vocablo en la “literatura religiosa”, en el contexto vivo de su lengua original resuena su decir poético originario como lo conjunto en un movimiento fluído imponente, lo concurrente en un impulso de licuefación. Saṃsāra es entonces, concurrencia compulsiva del conjunto confluente. La armonía de la copertenencia de sentidos de “sam” y “sṛ” entrelaza y suelda ambas palabras en un solo decir “saṃsāra” que pasa desapercibido para un pensar occidental representativo que no logra pensarla y refleja su deficiencia en una distorsiva traducción.
Este escollo “intercultural” y la inveterada tendencia a priorizar el significado del λέγειν griego como “decir, hablar, relatar” con el consiguiente predominio de dichos sentidos por sobre el más originario de “poner reunido delante en yuxtaposición”, han sido los impedimentos occidentales para escuchar el acorde unísono de las palabras “saṃsāra” y “λέγειν”: ambos nos dicen la misma dimensión mundana donde se extiende por delante la fluída conjunción que recoge los entes que concurren en yuxtaposición bajo el im-ponerse de la ley (kármica y creóntica[11]) que im-porta a los hombres pre-ocupándolos en el surgir de su ataque desde el albergue de la emboscada.
Si ya en tiempos homéricos la polisemia de λέγειν abría la posibilidad de deriva interpretativa de la palabra hacia la unidireccionalidad del predominio semánticos del “contar, decir, hablar”, la aparición de διαλέγεσθαι por primera vez en la Ilíada no sólo consolida esta tendencia que ligará estos significados preferencialmente con la voz media de este verbo- sino que inaugura otro ámbito de significación que aparece con la incorporación del prefijo διά- . Cinco veces el Poeta repite el siguiente verso estereotipado:
“ἀλλὰ τί ἤ μοι ταῦτα φίλος διελέξατο θυμός”
Las traducciones literarias disponibles en nuestra lengua suelen ofrecer esta versión: “Mas ¿por qué el corazón me hace ahora pensar tales cosas?”. Sin embargo la estructura sintáctica misma de la frase es del todo diferente y su sentido sólo puede comprenderse desde su
contextualidad: aquella es dicha cuando un héroe, en cierta situación apremiante, finaliza un decir (εἶπε) que casi siempre se dirige al θυμός12 en el que pone en duda dilemática dos posibilidades de acción personal excluyentes entre sí. A primera vista tiene el tono de un
sorpresivo reproche, ya que luego de ser el héroe quien habla, este mismo termina preguntando: “pero, porqué para mí el θυμός afectuoso ha discurrido dividiendose la albergadora conjunción que recoge lo Mismo[13]”. Es decir, alude a un momento en que el héroe experimenta y sufre el θυμός en el afecto de una disección que atraviesa de lado a lado el λέγειν como un discurrir disruptor de lo necesariamente destinado de la totalidad misma de la presencia, una separación en la mismidad manifiesta en las cosas que divide la unidad de su confluencia y las ex-pone dis-poniéndolas. Διαλέγεσθαι es el pensar patético de la dualidad que disecciona el flujo conjunto en el discurrir de oposiciones. Quizá es el momento de mayor zozobra de los héroes homéricos y por ello es reconvenido con tanto espanto con una frase estereotipada como un conjuro, en forma de la pregunta aterrada: “ἀλλὰ τί ἤ μοι ταῦτα φίλος διελέξατο θυμός”… Sin embargo, el decir heroico en Homero es aún posible porque por más que el θυμός se haya discurrido en su διελέξατο, las cosas (ταῦτα) siguen mostrándose en el esenciarse de su presencia desde y como lo Mismo (τἀυτά).
Esto no se mantendrá en el pensar griego futuro, cuando lo Mismo y lo Uno se albergaron en la ocultación frente al διαλέγεσθαι de los hombres que olvidó su esencia al separarlos en ἰδέαι; cuando lo pavoroso de ese discurrirse del θυμός, que hacía gemir a los héroes, dejó de
ser percibido al ser reducido al humano discurrir de la διάνοια.
1 Un modo que ha revestido de este intento infructuoso de “superar” la dialéctica por parte del pensamiento posmoderno filonietzscheano está clara y sintéticamente expuesto en Deleuze: “El pluralismo tiene a veces apariencias dialécticas; pero es su enemigo más encarnizado, su único enemigo profundo. Por ello debemos tomar en serio el carácter resueltamente antidialéctico de la filosofía de Nietzsche.” (Nietzsche y la filosofía, Ed. Anagrama, Barcelona, 1998, pg. 17). El equívoco de pensar que la dialéctica rige sólo el devenir de una totalidad única… cuando que, si se fragmentara esta totalidad en la discontinuidad posmoderna, el resultado es una multiplicidad de individualidades que se comportan internamente como un pequeño todo ¡igualmente dialéctico!
2 Vicente Fatone, “Obras completas. Ensayos sobre Hinduísmo y Budismo”, Ed. Sudamericana, Buenos
Aires, 1972, pg. 78.
3 “muy dialécticos” (Mem. 4.5.). Jenofonte usa en esta obra la misma palabra también en su forma
comparativa διαλεκτικωτέρоυϛ (Mem. 4.6.), que coincide con el estreno que hace Platón del término en
cuestión en el diálogo más antiguo (circa 380 a.C.) en el que éste aparece, el Menón (75 c-d).
4 Sobre los alcances del complejo significante “διαλέγεσθαι”, “διαλεκτική” y “διάλογος” en Sócrates y
en Platón, y los usos textuales de esos términos, cf.: G. Giannantoni, “Dialogo socrático e nascita della
dialettica nella filosofía di Platone”, Nápoles, 2005, Bibliopolis, edizioni di filosofia e scienze. Ι. Deraj
“Xenophon’s Representation of Socratic διαλέγεσθαι”, ELECTRYONE 1 (2013) Ιss. 2, 28-38 |
http://www.electryone.gr- ISSN: 2241-4061. K. Jazdzewska “From Dialogos to Dialogue: The Use of the
Term from Plato to the Second Century CE”, Greek, Roman, and Byzantine Studies 54 (2014) 17–36.
5 “The verb is not frequent in prose of the fifth century: for example, there are nine instances in
Herodotos (in two cases meaning ‘to speak in a dialect’, in the other seven ‘talk to, converse with’), and
only three instances in Thucydides. It also appears a few times in Antiphon’s On the choreutes, where it
is usually paired with some form of the verb συνεῖναι, and in Lysias’ speeches. It is more frequent in
Isocrates and the orators of the fourth century such as Demosthenes and Aischines, but acquires a real
popularity in the writings of the Socratics”. K. Jazdzewska, Op. Cit. pg. 18.
6 “sam [relié `a sa1] pf. (intensif) completement, totalement, parfaitement | avec; conformement `a, en
accord avec; ensemble, en commun | r´eciproquement || lat. sem.” Gérard Huet “Héritage du Sanskrit
Dictionnaire sanskrit-francais”, 2010.
7 Cf. Para las raíces protoindoeuropeas seguimos a J. Pokorny, “An Etymological Dictionary of the ProtoIndo-European Language”, Indo-European Language Association – http://dnghu.org/.
8 Cf. M. Heidegger, “Logos (Heraklit, Fragment 50)” en “Vortraege und Aufsaetze”, Frankfurt am Main,
2000.
9 “Samsara has three common translations: wander, journey, and bondage (which is more a translation
of the Sanskrit term’s effect rather than the word itself).” “Samsa and Samsara: Suffering, Death, and
Rebirth in ‘The Metamorphosis’”, Michael P. Ryan, The German Quarterly, Vol. 72, No. 2 (Spring, 1999),
pp. 133-152 Published by: Wiley on behalf of the American Association of Teachers of German Stable
URL: http://www.jstor.org/stable/408369.
10 K. A. Coomaraswamy, “El cuerpo sembrado de ojos”, Ed. Saenz y Torres, pg. 122. Sin embargo, este
mismo autor, en “Induismo y Budismo”, Museum of Fine Arts, Boston, pg. 26, consigna una traducción
que conserva el sentido originario de la palabra: Confluencia.
11 Del griego χρεών, “lo destinalmente necesario”.
12 θυμός es una de las palabras originales desde donde brota y permanece la existencia griega
primigenia. Emerge temprana y profusamente en el habla poética para significar la integra textura
patética de la experiencia radical en lo afectante de su despliegue, recogida y proyectada en una
determinación de tinte afectivo que guarda en su coalescencia el talante de la insistente relación de los
dioses y los hombres. Como recogimiento afectivo, el θυμός nunca es una determinación vivencial o
humor anímico humano, no pertenece a una proto-psicología mitológica, ni es la sede de sentimientos
de un romanticismo primitivo.
13 Para esta traducción pensante, cf. M. Heidegger, “Conceptos fundamentales” pg 152.
* Maximiliano V. Gonzalez (1975) profesor en Filosofía por la Universidad Catolica Argentina, miembro del Grupo Minerva.