2024

Putin, un líder maquiavélico

En la modernidad, debido a la noción de progreso, solemos descartar muchas ideas del pasado creyéndolas caducas para nuestros tiempos. Así, consideramos que los escritos y advertencias del pasado ya no tienen vigencia en el presente o conservan una enseñanza anecdótica.

En cambio, para la estrategia, el pasado es una fuente pedagógica inagotable. Allí, el avispado ojo militar encuentra verdades de provecho para el arte de la guerra. La historia, entonces, no es algo muerto, sino una realidad en movimiento que se repite de distintas formas. Develar adecuadamente lo presente del pasado puede desembocar en la victoria.

En estos términos, existen muchos escritos ejemplificativos que discurren en el común del pensamiento estratégico. Podemos nombrar los más famosos como De la guerra, del prusiano von Clausewitz, o El arte de la guerra, del chino Sun Tzu. Pero uno de los favoritos a la hora de citar y reflexionar en la academia militar es El príncipe, de Nicolás Maquiavelo, obra escrita en el siglo XVI.

Razonando sobre muchos de sus párrafos, se pueden hallar instrucciones certeras para la política, la milicia o la vida cotidiana. Ganándose la fama peyorativa, el “maquiavelismo”, por su supuesta amoralidad, no deja de estar presente en la memoria colectiva como un educador sagaz y efectivo.

Por eso, cuando alguien es preciso en sus objetivos, no parece actuar improvisadamente, sino que vemos en sus acciones las consecuencias de decisiones premeditadas con sutileza y antelación, decimos que es una persona “maquiavélica”. Y, en el contexto actual de la Guerra en Ucrania, en la apertura de lo que parece ser el “mundo multipolar” y entrando en crisis el modelo de Estados Unidos como eje de la política mundial, observamos un protagonista que sobresale por sobre los otros: Vladímir Putin. Por lo tanto, bajo la perspectiva de El príncipe, nos propondremos analizar la situación actual y por qué el mandatario ruso está comenzando a recorrer caminos transitados por grandes hombres.

La conquista del pueblo

Una de las primeras enseñanzas que nos legó Maquiavelo en su libro es la siguiente: “Siempre, incluso si se tiene un ejército fortísimo, uno precisa del favor de los lugareños al entrar en una región”.

El presidente Vladímir Putin posee esta ventaja en la zona de conflicto. La población de la región del Dombás, donde se concentra el conflicto, le es afín, ya que está compuesta por una mayoría ruso‑parlante y prorrusa.

Las autodenominadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk se encuentran hace casi una década en guerra con el Estado ucraniano, al cual pertenece dicho territorio en disputa del Dombás. Con el inicio de la guerra en el 2022, el Gobierno ruso reconoció la soberanía de estas repúblicas populares. A colación, el Ejército ruso ingresó en el Dombás no solo con el favor de sus habitantes, sino que ha establecido, hace años, contacto asiduo con sus dirigentes. Lo ha hecho ejercitando la diplomacia o facilitando, mediante corredores en la frontera ruso-ucraniana del este, el acceso a milicias rusas autoconvocadas y armamentos.

Pero no solo alcanza con conquistar un territorio y obtener el favor del pueblo. El rey Luis XVII de Francia, menciona Maquiavelo, invadió Milán y fue expulsado rápidamente por no haberse ganado el favor de los lugareños. Estos se vieron engañados por el nuevo príncipe, que no cumplió sus expectativas y los decepcionó. Si tenemos en cuenta las actitudes y el historial de Rusia con respecto a los conflictos que se desarrollan en Ucrania, difícilmente se pueda esperar un rechazo de los pueblos del este hacia la invasión. Debemos considerar, en principio, la exitosa anexión de Crimea a la soberanía rusa en el 2014.

Por otro lado, la actitud que ha tomado oficialmente el Gobierno ruso no es la de dominar todo el territorio ucraniano, sino la de liberar Ucrania del este y tomar el control de un corredor sur que, aparentemente, iría desde el este al oeste de Ucrania hasta toparse con territorio moldavo. Este movimiento afianzaría el dominio ruso en el Mar Negro, aseguraría el óblast de Crimea y bloquearía la salida al mar a Kiev. A colación, el corredor posibilitaría la comunicación terrestre con la República de Transnistria, la cual posee un reconocimiento limitado. Este territorio es otro punto de conflicto, ya que Rusia es su celador y el Gobierno moldavo lo reclama.

Putin posee además dos ventajas principescas adicionales. Según Maquiavelo, es más fácil mantener o reconquistar un estado que se perdió con anterioridad o si se comparte la misma lengua. Históricamente, el territorio ucraniano nunca se mantuvo al margen de las disputas. Es un espacio moldeable a placer de quien, en un momento histórico determinado, haya ejercido el poder en la zona euroasiática. Este forcejeo es el que se manifiesta actualmente, pero es el pueblo ucraniano quien ha sufrido las desdichas de la fortuna y los horrores de la Unión Soviética.

Más allá de la soberanía ucraniana y lo conflictivo de la materia, la región que ha entrado en disputa y los dominios que Rusia quiere asegurar pueden considerarse un viejo estado (previendo la relatividad de la cuestión). Se autoevidencia, como se ha dicho anteriormente, en la mayoría ruso-parlante y prorrusa, sea su origen natural o artificial.

Adicionalmente, Maquiavelo menciona que, si el pueblo no está acostumbrado a la libertad y es maltratado, es fácil romper la línea sucesoria del príncipe (en este caso, el Gobierno ucraniano) si se les otorga libertad y se les respeta en las costumbres.

El daño producido a la población del Dombás va más allá de la guerra sostenida contra las repúblicas populares. La discriminación y fragmentación de las poblaciones ruso‑parlantes desembocó en la Masacre en Odessa en mayo del 2014. En una protesta prorrusa, cientos de manifestantes se resguardaron en la Casa de Sindicatos, que fue incendiada por nacionalistas ucranianos liberales y provocó 47 muertos y 214 heridos.

Esta situación se agravó con la llegada del presidente ucraniano Volodimir Zelensky al poder en el 2019. El mandatario ucraniano afianzó una política de aislamiento racial rusófoba y concibió un programa de reinterpretación histórica ucraniana sustentado en las masacres realizadas por la Unión Soviética. Si bien todo pueblo tiene el derecho de legitimar y construir su propia historia, la manera en que fue planeada esta nueva Ucrania solo profundizó el sufrimiento de sus habitantes. Degradó su tejido social, profundizó las diferencias y desembocó en una guerra que Ucrania no puede ganar.

Teniendo en cuenta este historial, romper el control de Kiev sobre la Ucrania relegada no presentará problemas para Putin: les otorgará una libertad que no poseen y mantendrá costumbres que no distan mucho de las suyas también. Finalmente, el mandatario ruso logrará no compartir el poder del Dombás con competidores más fuertes que su país, no requerirá reprimir al pueblo y además, en momentos de adversidad, obtendrá gratuitamente su favor

En consecuencia y siguiendo otras máximas maquiavélicas para el dominio de los estados externos, Rusia absorberá formal o indirectamente gran parte del territorio ucraniano, aliándose con el bloque de las repúblicas populares ―el bando débil, pero de ventaja moral―, ya que buscará a toda costa su libertad y la destrucción del enemigo en común.

En vistas al futuro y según Maquiavelo, Putin podría optar por tres formas de mantener la fidelidad del estado conquistado. La primera forma es arruinarlo, actitud poco probable teniendo en cuenta las leyes internacionales. Lo más probable es que Putin adopte una combinación de las dos formas restantes; por un lado, “habitará” parte del territorio mediante alianzas, reconociendo la autodeterminación de los pueblos o absorbiendo las repúblicas. Por otro lado, fomentará la creación de una oligarquía en Kiev, lo que asegurará la soberanía rusa en la posteridad.

Rusia en el contexto mundial actual y Putin como estratego

Maquiavelo exalta a los capitanes romanos, pues fueron maestros de la prudencia y de la anticipación. Con estas aptitudes, se adelantaban a los hechos y los solucionaban antes de que fueran irremediables. El tiempo, dice, “trae tanto lo bueno como lo malo”; por eso no es aconsejable esperarlo de manos cruzadas.

El papel geopolítico de Ucrania en Europa no es indiferente a la seguridad nacional de Rusia y su soberanía. Podemos entender este país según la definición del coronel Baños como un pivote geopolítico: son países que, dada su ubicación geográfica, son relevantes y permiten “condicionar el acceso de otros a ciertos recursos o lugares”; generalmente, son usados por las superpotencias también para evitar choques directos contra otros ejes de poder geoestratégicos importantes.

Este conflicto, principalmente, debe entenderse en un contexto donde los Estados Unidos pierden poder sobre otros estados que emergen y que anuncian su declive. Desde esta perspectiva, es importante que Europa esté enemistada con Rusia para mantener la presión sobre el polo de poder asiático. Por ello, los poderes del Atlántico crearon una Rusia enemiga de la libertad” en su búsqueda de sostener el poder, así como en el pasado imaginaron un Saddam Hussein con armas químicas para justificar la invasión sobre el territorio iraquí.

La OTAN continúa extendiéndose e instalando bases militares que apuntan hacia el este, a la frontera rusa. En una conferencia, Putin expresó: “¿Cómo se sentirían los estadounidenses si pusiéramos nuestros misiles en la frontera de Canadá?”. Tal acción provocaría una hecatombe mundial, tal como la crisis de los misiles en Cuba. En cambio, es tolerada si lo planea el país del norte y sus secuaces democráticos.

Luego de la caída del muro, cuando la Guerra Fría terminó y la contienda con el comunismo no se cernía como un fantasma que amenazaba con destruir a la humanidad, Rusia aceptó las condiciones del mundo liberal para constituirse en república: aceptó tornarse liberal cumpliendo todos los presupuestos necesarios para forjarse en un país democrático, capitalista y “civilizado” a los ojos de Occidente; se desmembró en doce partes para generar un colchón de seguridad entre Europa y Asia; negó sus valores tradicionales y su historia para pertenecer al mundo feliz y globalizado.

Pero nada de esto sería suficiente y Occidente siguió considerando a Rusia como un enemigo. Occidente no dio ninguna garantía soberana a Rusia y siguió expandiéndose, lo que generó una presión geopolítica considerable. El último intento fue el de aceptar a Ucrania como parte de este plan, cerniéndose aún más cerca de las fronteras, asegurando que el afán de desrusificación y la militarización en Ucrania sirva como punta de lanza para dar la estocada final al poder euroasiático.

Desde el punto de vista militar, Rusia sabe, como bien menciona Maquiavelo, que las armas mercenarias solo son buenas en la paz y los ejércitos auxiliares son “siempre perjudiciales: porque, si pierdes, quedas desecho y, si ganas, quedas prisionero”. Y que, cuando el jefe es bueno en armas, entonces, simplemente no desea ayudar, sino engrandecerse a partir de otro. Por eso mismo, el supuesto apoyo que otorga Estados Unidos y los países europeos de la OTAN sobre Ucrania es vano. Simplemente no supone un inconveniente para el invasor, quien conoce que, para efectivizar el equipamiento militar, es necesario escalar el conflicto y, muchas veces, simplemente es un medio económico para desguazar indirectamente unidades viejas o en desuso.

Por otro lado, las armas propias de Ucrania y su capacidad militar demostraron hasta ahora ser insuficientes; su fuerza aérea aniquilada en los primeros tres días de la guerra y su defensa antiaérea, aunque reforzada, es embestida constantemente.

Quizás, de todas las recomendaciones maquiavélicas, con su fama de “tiempista” y diplomático, Putin no sea su mejor representante. Pero la Rusia de hoy demostró poder hacer frente a la mayor campaña de desprestigio de la historia; afronta extravagantes sanciones económicas y censuras públicas o privadas. Afianzó su economía en Europa, que ahora se encuentra ahogada pagando la energía en rublos; aseguró sus alianzas en Asia, y destruyó la libertad con la que se manejaba Occidente dentro del continente europeo. “Donde hay buenas armas, conviene que haya buenas leyes”, escribió Maquiavelo y aquí las leyes de Occidente no hicieron efecto en el bastión imperial ruso. La invasión militar es, en realidad, la conservación y construcción de Rusia como pueblo soberano constituida en la prudencia y la previsión. El tiempo dirá si podrá mantener el movimiento táctico en el tablero mundial o si, finalmente, la fortuna le jugará en contra.

De las cualidades de Putin como modelo de príncipe

Occidente ha ejercido un programa de sanciones y de desgaste económico que podría finalizar con cualquiera de los gobiernos democráticos actuales. Pero Rusia ha sostenido durante cuatro meses una serie de inesperadas contramedidas defensivas que no solo la han mantenido en pie, sino fortalecido. Desde este punto de vista, Putin prudentemente ha seguido la máxima de nunca estar ocioso en momentos de paz.

A los ojos de cualquier espectador avispado, desde el punto de vista socioeconómico, parece que Rusia, si no se ha consolidado totalmente en el terreno para este enfrentamiento, al menos lo ha hecho indirectamente o por añadidura. En este sentido, podemos decir que Rusia ha seguido el modelo maquiavélico, siempre pensando en su influencia militar y además se mostró resoluta cuando afianzó su superioridad moral y bélica.

En un sentido personalista y a ojos de la prensa internacional, el presidente ruso ha sabido labrar en la prensa rusa o internacional la figura principesca ideal: mostrándose siempre en situaciones poco convencionales y de cierto riesgo, como haciendo yudo, cazando, manejando camiones deja entrever un hombre de acción que en su pasado fue agente de la KGB. Con esto, logra un doble propósito: ser amado y ser respetado o temido. Y, por más que Occidente ya no aprecie a este hombre, aun así, seguirá siendo temido por sus virtudes, sean reales o no, y por su gran poder.

Y con reales podemos decir que una virtud maquiavélica es ser un gran disimulador, pues nadie sabe con certeza cuáles son las verdaderas intenciones de este mandatario y cómo y por qué concluirá esta contienda. Alrededor de Putin, siempre rondaron las intrigas, el zarismo, sus posiciones contradictorias y muchas veces tendientes a favorecer el dictamen del poder global liberal al que ahora está supuestamente contrapuesto.

Finalmente, lo importante es ser amado en su propio estado, y lo es, según las encuestas. Rusia denota gran fortaleza y tranquilidad puertas adentro gracias a la mentalidad de su pueblo y a la seguridad de sus líderes. El Gobierno, por otro lado, anula con la fuerza o con la política a sus contrincantes internos sabiendo manejar las tensiones.

No podemos dejar de lado el halo religioso que posee toda la contienda en general. Rusia dice desempolvar sus proezas históricas contra el nazismo y resucita un muerto que está lejos de ser análogo. Además de defenderse de las intenciones conquistadoras de la OTAN, lucha contra un raro nazismo ucraniano, el cual es sostenido por el poder liberal y un presidente judío. Así, y con la mística cristiana ortodoxa rusa, hace regir un mesianismo que cumple con un estándar maquiavélico de operar o simular siempre una religiosidad ejemplificante.

 

Consideraciones finales

El escrito de Maquiavelo es una obra de ingeniería política, pero que también posee principios ontológicos. Es un tratado sobre la armonía de las fuerzas, aquellas que todo príncipe debe operar de manera tal que, además de rey, sea soberano. Y, puesto que la fuerza está en movimiento, aunque se la posea, siempre se la puede perder. Putin ha dado comienzo a una gran batalla, constituida de otras más pequeñas, pero de igual importancia. Solo el tiempo podrá develar si la previsión y la prudencia del mandatario están sujetas a un escenario premeditado o, por el contrario, a medida que surjan las presiones y otros agentes que deseen hacerse con el poder podrá seguir sosteniendo la impasibilidad que es virtud de todo gran señor.

 

 

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